Au revoir Miranda Priestly! ¿Llegó el fin de los editores de moda?
De todos los cambios dramáticos dentro de la industria de la moda que la pandemia aceleró uno de los quizá menos perceptibles pero más escandalosos sea la agonía acentuada en el papel de los grandes editores detrás de las publicaciones más influyentes.
Aunque para muchos se trataba ya de un rumor extendido entre el universo fashion (cuentas como Diet Prada o periodistas independientes comenzaron a difundir los dichos) las salidas de figuras clave sobre todo en el emporio de los medios Condé Nast, tomaron con desconcierto a todos aquellos que veían al editor como una figura inalterable e inamovible en su función de determinar lo que servía y se desechaba en la industria.
Mucha de la mitificación en torno a la figura de los editores de moda se debe a la cultura pop, inaugurada por figuras como la de la legendaria Diana Vreeland y su inmediata sucesora Anna Wintour o las llevadas al cine por Meryl Streep y Kristin Scott Thomas, sin embargo un ansía en la renovación del negocio editorial ha terminado por decapitar a aquellos hombres y mujeres que ocupaban la primera fila de los desfiles.
Para nadie es ajeno que actualmente la información se obtiene a través de las redes y la figura de los influencers como prescriptores de tendencias ha superado a la de los propios editores; con esta crisis a cuestas, la propia Condé Nast ha implementado una colectivización de la labor editorial, descentralizando la autoridad de un redactor jefe y abriendo paso hacia ediciones que pasan de lo local a lo regional (Edward Enninful como director europeo de Vogue), aunque para los contrarios a este modelo esto signifique diluir los matices, valores y voces que caracterizaban a las ediciones.
Otro punto importante en la caída de estas figuras ha sido la mayor preocupación de quienes ahora ocupan esos puestos por “representar adecuadamente” a la audiencia a la cual dirigen sus contenidos, si Edward Enninful, Margaret Zhang o Lindsay Peoples Wagner como miembros de la nueva generación han permanecido como vigilantes del oficio ha sido por romper con el molde esquemático que se hizo definitorio en lo que un editor de moda debía representar, plagado de egocentrismo y elitismo. Hoy los editores dan mucha más importancia a la percepción pública que su imagen genera, buscan ser “líderes reflexivos” como apunta Versa Sharma, actual jefa de Teen Vogue y estar conscientes de las demandas que promueven sus públicos como la inclusión, representación y responsabilidad.
Después de todo, esto más que de una extinción quizá se trate de una selección natural en la que la especie mejor adaptada a los cambios se la que sobreviva.