La cultura de la cancelación en la moda: ¿Funciona para un cambio real?

La cultura de la cancelación en la moda: ¿Funciona para un cambio real?

Impulsada en cuestión de un par de años atrás al gestarse dentro de aquellos movimientos encargados de denunciar y destapar los actos poco ortodoxos y harto cuestionables de personalidades antes intocables dentro de ámbitos públicos (#MeToo), al mismo tiempo que se otorgaba voz y credibilidad a las víctimas, la cultura de la cancelación se ha instalado en la opinión y el proceder colectivos y parece no haber marcha atrás.

Tan solo requirió de un abrir y cerrar de ojos para que a la lista de personas non gratas se añadieran nombres de diseñadores, firmas, fotógrafos y artistas hasta ese entonces prolíficos dentro de la moda, con acusaciones por abuso sexual, racismo, clasismo y procederes ilícitos. La cancelación se ha traducido en un rechazo generalizado, en boicots o la exclusión total de todo objeto o vínculo con el acusado dentro del espectro público.

Hay entre los detractores de este proceder quienes dicen que “una obra puede separarse de su autor” y quienes lo ven como un fenómeno más de la digitalización de la información, si se toma en cuenta que gran parte de las acciones de estos movimientos de denuncia se realizan por medio de las redes sociales, que a su vez fungen como termómetros de la crítica o como “los nuevos espacios” desde donde dictar el poder judicial.

Una de las cuentas que ha ganado mayor relevancia al ejercer esa labor inquisitorial desde las redes sociales es Diet Prada; fundada por Tony Liu y Lindsey Schuyler además de ofrecer un espejo para el “fashion geek” sobre la actualidad de la industria, la cuenta se ha caracterizado por firmar las polémicas detrás de casos como los plagios de creativos a otros (su especialidad), o los traspiés de editores y firmas sobre temas “sensibles” hoy en día (de Liu y Schuyler fue la primicia sobre el escándalo de racismo de D&G en China), pero hasta este punto ¿qué tanto la labor de estas cuentas de denuncia se debate entre los actos de un bully o la de un verdadero agente de la reflexión?

Para aquellos que promueven los cambios razonables, la cultura de la cancelación implica un discurso que de no ser utilizado adecuadamente puede tomar tintes tan agresivos como la naturaleza de las denuncias mismas, lo cual empaña el verdadero propósito de enfrentar a los acusados con sus errores y dar espacio a la reparación y el crecimiento, sin embargo es innegable que el temor a ser cancelados ha producido una mayor concientización de los individuos y sensibilización respecto las problemáticas actuales.