DRESS TO KILL: el papel de la moda en el mito de la femme fatale

DRESS TO KILL: el papel de la moda en el mito de la femme fatale

POR ANDREA SÁNCHEZ RENDÓN

Cada día nos vemos bombardeados por diferentes imágenes y conceptos que son lo mismo pero cada cierto tiempo evolucionan para presentarse como algo nuevo. Uno de los mitos que tenemos más presente es el de femme fatale, tal vez el término nos evoca la época del cine de oro de Hollywood (Fig. 1), o incluso a la del cine mexicano con María Félix como Doña Bárbara. La femme fatale es un arquetipo femenino que se remonta a tiempos de “la Creación”, mujeres que llevan la tentación y la desgracia a los hombres. 

Fig. 1 Gilda fotograma , 1946, Columbia Pictures.

La femme fatale ha sido vista desde la mirada masculina desde hace siglos, fueron personajes creados por hombres desde su percepción masculina y fálica, el male gaze ha sido el responsable de este estereotipo. En The Femme Fatale: Images, Histories, Contexts (Place, 1998) de Helen Hanson y Catherine O’Rawe, podemos encontrar la respuesta a cada una de nuestras incógnitas sobre la historia y creación de este mito. Al principio de su investigación hay una cita que ayuda a comprender varias de las características otorgadas al arquetipo:

 “La dama oscura, la mujer araña, la malvada seductora que tienta al hombre y trae consigo su destrucción está entre las más antiguas temáticas en el arte, la literatura, mitología y religión de la cultura occidental. Es más antigua que Eva, y es tan recurrente en las películas actuales, los cómics y las novelas de diez centavos”

The Femme Fatale: Images, Histories, Contexts (Place, 1998) de Helen Hanson y Catherine O’Rawe P. 47

Ambas autoras realizaron una extensa curaduría de ensayos sobre los contextos de la femme fatale a lo largo de la historia. 

Por otro lado Patrick Blade es el autor de un libro donde las imágenes refieren a distintos sucesos protagonizados por mujeres fatales, y donde se representan los males causados a los hombres, Femme Fatale: Images of Evil and Fascinating Woman, donde señala que durante el siglo XIX la cantidad de personajes femeninos construidos con las características necesarias para entrar en esta clasificación aumentaron de manera considerable. 

Coincido con los tres autores en que este mito no es más que una misógina expresión del miedo de los hombres a la libertad de la mujer, siendo indispensable que el personaje femenino de sus historias sea la perfecta representación de sus ansiedades, ya sea en un texto, película, publicidad o cualquier otro contenido mediático.

“La mujer fatal es la figura de un cierto malestar discursivo, un potencial trauma epistemológico, porque su característica más llamativa, tal vez, es el hecho de que ella realmente nunca es lo que parece ser”

 (Doane, 1991, p. 1)

La mujer fatal siempre será atractiva, poderosa, intimidante y sobre todo misteriosa, jamás revelará sus verdaderas intenciones, hará todo lo posible por encubrir sus sentimientos y salirse con la suya. Hollywood fue el principal precursor de la gran fama mundial de este concepto gracias a todos los Film noir de la década de 1940: actrices protagonistas del misterio principal de la trama, con un vestuario que formaba parte principal de cada una de sus apariciones, aquí es en donde entra la moda.  

¿Por qué involucrarla en este ensayo crítico? Porque es uno de los principales precursores de este arquetipo. 

Hace poco Disney estrenó una película basada en este arquetipo, Cruella (2021) y como señala Valerie Steele en su libro: Fashion Theory: Hacia una historia cultural de la moda (Ampersand, 2020), tiene todo que ver. Steele relata que cuando era estudiante sus profesores no querían hablar de moda, les parecía “bochornoso”, ahí nos encontramos con otro mito, en donde la moda es frívola y quien gusta de ella no tiene buenas intenciones, o es elitista y calculador. Es por ello que Hollywood y la industria comercial han decidido aprovechar todo lo que conlleva ser una femme fatale y utilizar a la moda como un vehículo más para añadirle al arquetipo una personalidad propia y diferenciadora. ¿Por qué la femme fatale de esta historia decide ser diseñadora de modas? ¿La moda la vuelve frívola y sin sentimientos? No, pero este es un concepto que a lo largo de los años muchas personas han difundido como muestra de superioridad o desinterés sobre lo que vestimos día con día. 

Steele afirma de manera irónica lo siguiente:

“De acuerdo con el Génesis, el origen de la vestimenta es el pecado, y tal como explicó San Agustín, una vez que Adán y Eva experimentaron la lujuria (o al menos Adán lo hizo, San Agustín no estaba seguro respecto a Eva), sintieron vergüenza. Y aunque la ropa pasó a ser un mal necesario tras la caída de la humanidad, el vestido y el adorno podían muy bien tornarse voluptuosos y seductores”

(Steele, p.22)

La humanidad cayó en el momento en que dejaron de estar desnudos y necesitaron ropa, una asombrosa comparación de que la moda y la vestimenta no fueron una necesidad según la religión, si no que cuando Eva le dió “la manzana” (Fig. 2)  a Adán fue un mal necesario para ocultar su vergüenza. Esta analogía es muy significativa para entender el mito de la femme fatale, la mujer que encarna la perdición no puede ir “mal vestida” en las películas, ni mucho menos en la publicidad, representa la tentación y por lo tanto debe parecer como tal. 

Fig. 2 Adán y Eva por Franz Von Stuck, 1920. Städel Museum, Frankfurt, Alemania.

La desnudez de Eva busca dejar en claro que era pura y sin malicia, pero al tener conciencia de ella decide cubrir su cuerpo, y así la vestimenta pasa a considerarse un instrumento para ocultarlo y no para proveer protección o rendir tributo a su apariencia. La moda siempre ha sido tratada como una frivolidad por parte de personas que no la consideran una disciplina y critican a los “fashion victims” como si carecieran de juicio y sólo siguieran a un dictador. La moda ha sido también víctima de la misoginia al ser ligada al mito de la femme fatale , y a la vez ha dado pie para que continúe presente. 

Las mujeres que históricamente han caído en el arquetipo han sido Lilith, Venus y las vampiresas de las historias de horror, ninguna estaba desligada de la figura masculina ni de la belleza, considerada una fatalidad para quienes las rodeaban. Helena de Troya fue “la causante” de una de las guerras más icónicas de la literatura y la mitología: Troya. En el libro Historia de la Belleza de Umberto Eco la menciona en el capítulo El Ideal Estético en la Antigua Grecia: “Tampoco en Homero hallamos una definición de belleza; no obstante, el mítico autor de La Ilíada ofrece una justificación implícita de la guerra de Troya, anticipando el escandaloso Encomio de Helena, escrito por el sofista Gorgias: 

“La irresistible belleza de Helena absuelve de hecho a la propia Helena de las desgracias que ha originado. Menelao, una vez conquistada Troya, se abalanzó sobre su traidora esposa para matarla, pero su brazo armado se detiene paralizado por la visión del hermoso seno desnudo de Helena”

(p. 37)

En la actualidad este texto podría ser cuestionado de muchas formas, no sólo porque culpabiliza a Helena de la guerra, también por el intento de asesinato frenado por su sexualización frente a su esposo que desea matarla. Muchas de estas idealizaciones están fuera de toda comprensión, quizás los tiempos han cambiado (lo cual se agradece) pero el mito y los clichés por los cuales como mujeres hemos sido “esclavizadas” en la historia son bochornosos y lamentables. 

En The Fabrication of the Late-Victorian Femme Fatale (1992), Rebecca Stott no sólo indaga en la historia del concepto, también cuestiona por qué en varios textos se menciona al personaje masculino seductor de Byron pero no a la figura de la femme fatale, al menos hasta mediados del siglo XIX. Además, incluye un análisis profundo sobre Drácula y cómo el color negro es usado como adjetivo calificativo para mujeres como Black Widow

“La fusión de la mujer y África como el ‘continente oscuro’ en este período no está limitada por la infame ecuación freudiana de la sexualidad femenina con el “continente oscuro”, pero se percibe implícito en mucha de la ficción imperialista de finales del siglo XIX: misteriosa y sin mapear Otra Mujer es el Continente Oscuro y el Continente Oscuro es femenino. Los exploradores victorianos tardíos usaron metáforas de penetración en el territorio ‘virgen’ libremente e inconscientemente”

(p. 89)

Como mujeres se nos ha encasillado con base en el deseo masculino, pocas veces hemos visto representaciones femeninas de siglos pasados escritas por mujeres, salvo las protagonistas de Jane Austen y Emily Brönte, o esta representación de Judit decapitando a Holofernes de una de las pocas mujeres pintoras del barroco, Artemisia Gentileschi (Fig. 3). 

Fig. 3 Judit decapitando a Holofernes, Artemisia Gentileschi, ca. 1620, Galleria degli Ufizzi, Florencia.

En Modos de ver de John Berger, el capítulo tercero se centra en la figura de la mujer en las obras de arte. Berger señala que el papel del hombre y la mujer son totalmente diferentes en la sociedad; la presencia del hombre depende de la promesa de poder que encarne (p. 62), es decir, el hombre figurará en medida de que posea poder sobre otros o no. Mientras tanto, la mujer expresa su actitud hacia sí misma y define lo que se le puede o no hacer, haber nacido mujer es nacer para ser mantenida dentro de un espacio limitado y previamente asignado. (p. 63). 

Una de las principales figuras que rompió con lo mencionado por Berger fue María Antonieta (Fig. 4). Odiada por su pueblo, amada pero también desdeñada por su corte, decidió dejar el espacio delimitado que tenía para tomar decisiones sobre su vida y su forma de vestir, que dicho sea de paso, su pueblo veía como algo “frívolo”, lo cual no era mentira, ya que ella destinaba más tiempo a su persona que a los asuntos políticos de Francia. 

Fig. 4 Retrato de la archiduquesa de Austria Marie Antoinette 
por Martin van Meytens, 1767.

Parte de la caída de la monarquía se debió a su nulo interés por sus gobernados, quienes fuera de Versalles pasaban hambre y frío, mientras en el palacio todo era bello, con reglas absurdas como la prohibición de portar demasiadas plumas. Sin embargo, es innegable que fue el ícono más representativo de Francia en la industria de la moda de su tiempo y el que más inspiró durante años venideros en Europa. 

De todo lo anterior podemos deducir las características principales de una femme fatale

  • Belleza física (Berger señala que “los hombres examinan a las mujeres antes de tratarlas. En consecuencia, el aspecto que tenga una mujer para un hombre puede determinar cómo la tratará”. (p. 63). Esto aplica tanto para la belleza física como para la forma de vestir.)
  • Cabello excepcional
  • Misterio
  • Tentación 
  • Búsqueda de libertad propia y sexual frente a la opresión del patriarcado (vampiras y demonias, Lilith)  
  • Fuera de los cánones de la sociedad de su tiempo 

Este arquetipo tomó más importancia gracias a los estudios de Hollywood y su prolífica colección de cine negro de los años 40. Las actrices de las películas eran mujeres hermosas, refinadas y con una presencia desbordante en la pantalla: el arquetipo de la narrativa principal del momento, usaban lo último de la propuesta de los diseñadores, mostraban su cuerpo con ropa que las favorecía ante la cámara y daban un aspecto seductor a sus personajes.

En esta era su significado comenzó a cambiar; ya no es percibida como un sinónimo de “deshonrada” sino como una mujer independiente que sabe lo que quiere y hace todo para conseguirlo. Las espectadoras de las películas las veían como un modelo a seguir, influencias de moda y por supuesto, de la era consumista. 

Tres actrices que encarnaron a la perfección la femme fatale del viejo Hollywood fueron Greta Garbo, Rita Hayworth y Lauren Bacall. Hayworth es el ícono por excelencia del género gracias a Gilda, una de las películas más recordadas que marcó la década con sus escenas interpretando a una stripper. En la siguiente imagen (Fig. 6), es notorio que su cabello es una de las características que la hacen llamativa, sumado a los guantes y el vestido color negro diseñado por Jean Louis Berthault; el negro sería uno de los colores que más prevalecería en el vestuario de las femmes fatales de la época, junto con el blanco que era utilizado como símbolo de pureza y para resaltar a la protagonista, como años después se vería con Sharon Stone en Bajos Instintos

Fig. 5 Rita Hayworth en un fotograma de Gilda, 1946.

Rita Hayworth se convirtió en un ícono y una estrella de cine admirada por mujeres y hombres de todo el mundo, por fin teníamos un ejemplo de “emancipación” femenina en la pantalla, no creado por mujeres, pero que igual demostraba su capacidad de decisión (aún dentro de la mirada y deseo masculinos).Las actrices que interpretaban a las femmes fatales del cine como Greta Garbo (Fig. 7)  usaban a menudo el labial rojo,  que como sabemos, tiene también una historia relacionada con el feminismo detrás; por ejemplo, su uso durante las marchas de las sufragistas gracias a Elizabeth Arden o su presencia durante las jornadas laborales de las británicas durante la Segunda Guerra Mundial. Hayworth fue imagen de marcas como Max Factor, donde promocionaba el uso del lipstick rojo como símbolo de poder, belleza y decisión (Fig.8).

El misterio y perfección que representaban las actrices de Hollywood llegó también a México gracias a María Félix y su personaje Doña Bárbara, una mujer sin miedo a nada, vistiendo como hombre en un México rural y machista. Enfundada en sombrero, camisa de trabajo, paliacate, pantalones y botas (Fig.9), desafiaba todo a lo que la sociedad mexicana de entonces estaba acostumbrada, por eso es tan importante la representación en los medios y la moda como un vehículo para lograr transmitir mensajes; si María Félix hubiera aparecido como Doña Bárbara en falda no habría tenido el mismo impacto, ella fue y será uno de los más grandes íconos en nuestro país.

Fig. 8 María Félix caracterizada en un fotograma de Doña Bárbara, 1943.

Las pestañas, el lipstick rojo, el vestido negro, los guantes, la elegancia de unos tacones “que pueden matar” son esenciales en la vestimenta de una femme fatale y fueron expropiados por mujeres que buscaron demostrar en su entorno que podían lograr lo que se propusieran. Coco Chanel fue una de las grandes impulsoras de una vestimenta más sencilla y cómoda, diseñó ropa con formas masculinas que transformaron para siempre la moda femenina. 

Otros diseñadores incursionaron en darle al mito una identidad propia, como Yves Saint Laurent diseñando el vestuario de The Hunger, donde Catherine Deneuve interpreta a una vampiresa. Nótese en la siguiente imagen (Fig.10) que está vestida de blanco y negro, el maquillaje es base esencial para que el halo de misterio encaje con el velo de su sombrero.

Fig. 9 Catherine Deneuve como Miriam Blaylock en el filme de Tony Scott de 1983, The Hunger, conocido en Hispanoamérica como El ansia.

Hoy también tenemos ejemplos que podrían encajar en el arquetipo pero no lo son por completo, afortunadamente, pues este concepto me genera al igual que a muchas, sentimientos encontrados: me encanta sentirme diferente gracias a mi estilo y sentir que estoy cerca de encarnar el mito de una femme fatale, pero pesan también su historia, su creación por mentes masculinas que querían plasmar su miedo e inculcar en la sociedad que las mujeres  eran “la perdición” de la construcción de la familia o de la reputación de un hombre. 

La moda es y será parte innegable de este mito, los accesorios, la ropa, el maquillaje y el peinado son parte de nuestro imaginario de estas mujeres gracias a Hollywood, la publicidad y la literatura. 

Después la revolución feminista de los últimos años, las grandes empresas cambiaron, reduciendo clichés y arquetipos de las películas y series que llegan a diario a nuestra casa. Las redes sociales y sus usuarios son críticos asiduos de las tramas y personajes femeninos aterrizados como femme fatales modernas, especialmente cuando son escritas o dirigidas por un hombre cisgénero.Pero…¿Realmente hemos logrado vencer el arquetipo de femme fatale? Sí y no. Podemos usar lipstick rojo, mini faldas y ropa de piel que nos haga sentir poderosas, apoderarnos de lo que nos han vendido como femme fatale para tener más confianza en nosotras mismas sin depender de los hombres la narrativa de lo que somos y dejamos de ser.  Sin embargo, hemos estado tan influenciadas por el consumismo y los medios, que debemos tener cuidado para hacerlo conforme a nuestra esencia y no a lo que nos han dictado. Es un camino complejo, pero al menos ya hemos dejado en claro que la historia nos pertenece.


Andrea Sánchez Rendón es miembro de la #ComunidadTALLER y egresada del Creative Lab en “Historia, teoría y crítica de la moda”.