FUTURO E INNOVACIÓN. El nuevo rostro del “Made in Italy”

FUTURO E INNOVACIÓN. El nuevo rostro del “Made in Italy”

Reza uno de los dichos populares que para triunfar en la vida hay que  “hablar como un inglés, besar como un francés, conducir como un alemán y vestir como un italiano”. Y es que a lo largo de más de medio siglo “el país de la bota”, mater terra del imperio romano y de una parte de la civilización occidental, de las varias corrientes artísticas y genios artísticos con ello, también se ha distinguido, gracias a una estética bien afianzada que los italianos atesoran con orgullo, una propuesta en moda que la ha distinguido de sus otros rivales en el sistema de la moda, el francés, el británico o el estadounidense.

Es muy sabido que una de las claves de su éxito ha sido implantar en el imaginario colectivo el sentimiento de deseo, ante etiquetas, diseñadores y tendencias que han supuesto las delicias de los consumidores del sector de la moda y el lujo, que han colocado a lo producido en Italia en un nicho de culto.

El mismo Carlo Capasa presidente actual de la Camera Nazionale della Moda Italiana lo ha dicho abiertamente: contrario a los modelos de fast-fashion o incluso el estadounidense, que instigan en el consumidor un sentimiento de necesidad, la moda italiana se basa en el deseo, el deseo producto del respeto por lo bien hecho, y es que ante todo lo “fatto in Italia” es considerado un sinónimo de calidad, perfeccionismo y minuciosidad manufacturera, producto de años de experimentación y saberes ancestrales.

” la moda italiana se basa en el deseo, el deseo producto del respeto por lo bien hecho, y es que ante todo lo “fatto in Italia” es considerado un sinónimo de calidad, perfeccionismo y minuciosidad manufacturera, producto de años de experimentación y saberes ancestrales.”

Quienes fungen como salvaguardas de ese patrimonio de la hechura han sido los gremios artesanales que en cada región, ciudad o pueblo del país de 301,340 kilómetros cuadrados de territorio,  han desarrollado una técnica de especialización que los distingue por encima de los otros y les han atraído riqueza, prosperidad y reconocimiento. Hoy esa herencia recae en sus descendientes, los pequeños negocios y bottegas (talleres) familiares que a inicios del siglo XX, coincidiendo con la reunificación italiana dieron origen a las empresas de lujo y moda más solicitadas de la actualidad: Fendi, Gucci, Prada, Brioni, Brunello Cuccinelli, Cerrutti, Loro Piana, y un largo etcétera.

Para entender la importancia de la aportación de estas casas en la conformación de la moda “Made in Italy”, vale la pena mirar los números que la sitúan como la tercera industria más importante del país mediterráneo, cuyos datos y aún con el descenso del 25% en el año 2020, cuando la pandemia de SARS-COV 2 hizo estragos en Italia, ha tenido un repunte del 15.5 %.

En la actualidad la industria de la moda del cuarto país más rico de la Eurozona está compuesto por unas 45,000 empresas de pequeño, mediano y gran tamaño, que emplean a 400,000 personas y tan sólo en el período pre pandémico tuvo una facturación de 56, 000 millones de euros, de los cuales 27,500 millones corresponden a exportación, que situó a Italia como el país europeo líder en la industria textil y uno de los que más produce y exporta en bienes de lujo a nivel mundial.

En las décadas de los 50 y los 70, cuando la propuesta de moda italiana se afianzó en el panorama mundial, la clave de su éxito estuvo dada por la innovación que representó un estilo caracterizado por prendas que se hallaban en un punto medio entre la elegancia de la alta costura francesa y el estilo relajado y deportivo del ready-to-wear norteamericano, además de la accesibilidad.

“la clave de su éxito estuvo dada por la innovación que representó un estilo caracterizado por prendas que se hallaban en un punto medio entre la elegancia de la alta costura francesa y el estilo relajado y deportivo del ready-to-wear”

Dicha propuesta también debió su impulso a las connotaciones de exclusividad y altos estándares que le fueron otorgados por la singular artesanía que estaba detrás de la producción de los artículos y que en su mayoría representaba los cimientos de la herencia y tradición de familias que hasta el día de hoy se encargan de manejar el ecosistema empresarial de la moda italiana, lo que ellos mismos definen como capitalismo familiare, una especie de monarquía en la que el negocio, la tradición y el espíritu de una firma son pasados de generación en generación, un modelo único en el mundo.

Precisamente la pandemia de COVID-19 enfrentó el modelo industrial italiano que por muchos años en un intento de mantener esa tradición y herencia ha optado por alejarse de modelos de producción en serie o del ritmo frenético que se ha impuesto en el sistema de la moda, enemigo acérrimo del fast-fashion.

El golpe asestado a la producción, exportación y venta se tradujo en el inminente colapso de algunas compañías como la reputada sastrería Corneliani (que tuvo que recurrir a la ayuda gubernamental), mientras entre los grandes representantes de la moda italiana como Giorgio Armani, Dolce & Gabbana o Etro se comenzó a hablar de la posibilidad de abandonar el modelo de negocio familiar para optar por la inyección de capitales externos al fusionarse con grandes conglomerados, que en el caso de Francia rigen la industria de la moda, y se han transformado en  una forma de sobrevivir al mercado.

“la pandemia de COVID-19 enfrentó el modelo industrial italiano que por muchos años en un intento de mantener esa tradición y herencia ha optado por alejarse de modelos de producción en serie o del ritmo frenético que se ha impuesto en el sistema de la moda”

Otro de los factores que han desafiado el modelo “Made in Italy” ha sido la transparencia en torno a la cadena de producción, la cual representaba un elemento clave de su reputado éxito, sinónimo de estrictos códigos de calidad y de justa retribución laboral.

Desde 2008 diversos medios se han enfrascado en un intento por revelar la cara menos amable de la etiqueta, en la que se enumera el empleo de mano de obra inmigrante, africana y china, en las cadenas productivas de las industrias textiles y las curtiembres de cuero en la región Toscana, que en su mayoría proveen directamente a firmas de la moda y el lujo.

Latente también se encuentra, como una de las consecuencias de la crisis financiera de la última década, la cada vez más recurrente subcontratación que en regiones como la sureña y empobrecida Apulia representa un importante negocio representado por la maquila doméstica que emplea a unos 3,7 millones de trabajadores no sindicalizados, sin contratos fijos y un salario que apenas rebasa 1 euro por prenda confeccionada, según una investigación del New York Times.

Ante este panorama ambivalente, Matteo Renzzi, primer ministro italiano y figuras prominentes del sector de la moda como Donatella Versace y Renzo Rosso de Diesel (cuyas firmas ahora son parte de conglomerados) han extendido una carta abierta a diseñadores y actores de esta industria haciendo un llamamiento a enfocar el modelo “Made in Italy”, donde la era digital y la globalización jueguen un papel importante, de cualquier forma, la deseada etiqueta se ha caracterizado por su adaptación a las épocas y por fungir como respuesta a los modelos obsoletos. El innovarse habita en su ADN.


Fernando De los Santos