La ropa fuera del cuerpo. ¿Es necesario que toda la ropa sea física en un mundo cada vez más digital?

La ropa fuera del cuerpo. ¿Es necesario que toda la ropa sea física en un mundo cada vez más digital?

Desde épocas prehistóricas, incluso desde antes de poder hablar, el ser humano cubría su cuerpo con distintos materiales. El término vestimenta se usa para referirse a una prenda, o conjunto de prendas exteriores, que cubren el cuerpo protegiéndolo del clima, la radiación UV y la vergüenza, ocultando los genitales. Originalmente, la vestimenta se componía de pieles de animales y materiales naturales. Después, el humano logró desarrollar tejidos, lanas y tintes, pero con el tiempo y los avances tecnológicos, la complejidad aumentó y se crearon textiles sintéticos derivados del petróleo, lo que posibilitó la creación de prendas más cómodas, protectoras, duraderas y con características moldeables al antojo de la  humanidad.

La vestimenta evoluciona y es inseparable del contexto social, económico, político y tecnológico en el que se inserta, ya que juegan un rol fundamental en su significado. Si bien la ropa en sus inicios respondía únicamente a una necesidad de “protección” de las inclemencias del clima, a lo largo de los años, con la reinvención de los estilos de diseño y materiales, la vestimenta cada vez más ha sido utilizada para establecer jerarquías sociales, pertenencia a etnias y culturas, expresar ideas o identificar estilos de vida. 

Hoy, la industria de la moda es una de las más grandes del mundo y está construida sobre intereses netamente financieros y un sistema productivo basado en la deuda y la sobreproducción. Por ello, el valor real de la ropa se ha visto depreciado para alimentar una demanda que se inventa a sí misma cada vez más rápido. 

El escenario actual es deprimente, donde gracias a las nuevas posibilidades digitales y al uso de redes sociales, las tendencias y las modas se esparcen de manera rápida, masiva y descartable. Por tal, sumado a la falta de pensamiento crítico-analítico de las masas, la moda se aleja de su funcionalidad práctica y responde a necesidades principalmente estéticas creadas por la misma industria de consumo, dando como resultado que la industria de la moda sea la segunda más contaminante del planeta. 

Desde entonces, una de las necesidades más importantes en la industria de la moda es la sustentabilidad. En esta materia se concentran cada vez más esfuerzos por parte de las marcas que impulsan un cambio en el modelo de la industria tradicional y de sobreconsumo. Iniciativas en el creciente mercado de segunda mano, el alquiler de prendas, slow fashion, atemporalidad de las prendas, materiales reciclados y tintes orgánicos son algunas de las propuestas tradicionales ante la contaminación de la industria. Pero la moda del futuro está recién en sus primeros pasos.

Para la moda del futuro, existen propuestas que van más allá de la sustentabilidad y buscan, además de no contaminar, ser regenerativas y contribuir al planeta de forma positiva. Ejemplos de esto son: tejidos que purifican el ambiente, bañadores que limpian el mar, aportes económicos a programas medioambientales para compensar la huella de carbono o la moda digital.

El siglo XXI recién comienza y la realidad virtual tiene cada vez más presencia en nuestra vida. Basta con observar las horas que pasamos en redes sociales para entender su creciente importancia. Si bien aún existen medios tradicionales, lo analógico está rápidamente siendo sustituido por lo digital y muchos modelos de negocios, como el alquiler de películas en VHS o la compra de revistas impresas, están desapareciendo, o migrando a lo digital.

Incluso las personas nos volvimos digitales. La forma en que ha crecido el mercado de los influencers ha cambiado muchas de las dinámicas de la moda. Estas se han vuelto una competencia directa incluso de las revistas. Según André Leon Talley, uno de los editores más importantes del siglo XX, ”ahora todos somos editores”. Los influencers tienen el desafío de no sólo dominar la tecnología, sino también tener un rol multidisciplinario para crear su personaje y storytelling de manera que marque la diferencia y genere interacción y fidelidad con sus audiencias.

Los influencers que viven para y de las redes sociales, las alimentan de contenido en imagen que requiere muchas veces comprar ropa sólo para la foto y que, una vez publicada, probablemente no vuelvan a usar. Ellos son un nicho con un gran potencial de crecimiento, pero generar contenido a un tiempo acelerado, en un entorno competitivo y recibiendo “de regalo” más productos de los que pueden usar, refuerza la idea de sobreconsumo que es cada vez menos aceptada. 

Entonces, ¿es necesario que toda la ropa sea física si gran parte de su utilidad está en un mundo digital?

La firma emergente, Carlings, lanzó en 2019 una colección de camisetas blancas que se “estampan” con distintos motivos desde tu celular. Esto es posible gracias al Targeting Tracking que amplía las características de la realidad aumentada como si fuera un filtro de Instagram, pero para la ropa. Esto significa que una misma prenda da múltiples posibilidades a nivel visual. Carlings, además, ya había lanzado una colección de prendas digitales, la cual puedes comprar online enviando tu foto y luego te la regresan “vestida”.

Pero esta no es la única marca comercializando ropa digital, y los influencers, aunque son un segmento que crece de manera exponencial, no son tampoco el único mercado para estas prendas. Es más, están, como muchas industrias, siendo “reemplazados” en el mundo virtual. La modelo virtual, Shudu, que debutó con la marca italiana FENDI, ha sido portada de VOGUE y ha colaborado con marcas como FENTY y ELLESSE. Ahora está siendo contratada para trabajos de modelado real en revistas y campañas de publicidad. Ella fue creada por el fotógrafo James-Cameron Wilson y podría quizás considerarse como un maniquí evolucionado, pero las personalidades digitales van aún más allá.

Por su parte, las casas de moda han comenzado a trabajar con empresas de modelado digital que tienen menores costos y alcanzan “estándares de belleza inimaginables”, como la marca Balmain, de la cual Shudu es ahora el rostro de la campaña publicitaria.

El límite de la “realidad” es cada vez más difuso, y la estética de los influencers y modelos “reales” es prácticamente igual a la de los virtuales. La industria de la moda, mediante el retoque de imagen y sus estándares de belleza libres de imperfecciones, en muchos casos carentes de “humanidad”, hicieron que hoy, y muy difícilmente en el futuro, podamos diferenciar a una modelo “real” de una digital en una fotografía.

La influencer digital, Lil Miquela, creada por la agencia BRUD, es una figura pública que, como cualquier otra, tiene interacción con su audiencia, contratos con marcas, colaboraciones con celebridades y lo más importante, una voz y postura frente a temas socio-políticos y causas sociales. Aunque estas personalidades apenas están viendo la luz, llegaron para quedarse. Lil Miquela hace un año estaba valorada en 125 millones de dólares, cifra que sólo aumenta, al igual que la comunidad de agencias de moda digitales.

Esta nueva figura de influencers y los tradicionales, las celebridades y cada vez más marcas no necesitan únicamente ropa fisica. La digitalización textil y el diseño 3D permite a las marcas y creadores visualizar y promover ideas sin la necesidad de una “producción tradicional”, además de la exploración y experimentación con nuevos formatos aún inimaginables y sustentables.

The Fabricant se define como a digital fashion house, especializados en diseño y animación de moda en tres dimensiones. De momento, su oferta principal consiste en renderizaciones ultra perfectas (y altamente rentables) de prendas de ropa, con el objetivo de liberar a las tiendas online de la esclavitud de la fotografía de producto y ofrecer la posibilidad de “probarte la ropa de manera digital”. En estos momentos trabajan por ejemplo con Tommy Hilfiger para digitalizar todo su catálogo. Pero también hacen prendas digitales únicas y proyectos a la medida de las necesidades de las marcas. En el  2019, subastó una prenda digital por la increíble suma de 9500 dólares. Este vestido, catalogado por la prensa como la primera pieza de alta costura digital, fue diseñado por un software para tener una apariencia realista, y aunque no te lo puedes poner en la vida real, funciona perfecto para el mundo digital en el que pasamos cada vez más de nuestro tiempo.

Por extraño que parezca, la moda digital ya se comercializa y su mercado tiene un crecimiento prometedor. Pareciera que la vida humana cada vez se vuelve más como una película de ciencia ficción o videojuego donde los personajes somos nosotros. Si lo pensamos, la ropa digital ya se vendía dentro de los videojuegos desde el 2010 con su introducción masiva en forma skins en League of Legends, el juego más popular de la historia. De hecho, de ahí surgió la idea para crear la moda digital. 

Esto recién comienza y se necesita tiempo para ver las reales implicaciones de este fenómeno que ya tiene detractores. Shudu le quita el escaso trabajo a las modelos negras dentro de la industria de la moda y enriquece a un hombre blanco sin vinculación ni postura con la comunidad afrodescendiente.

La moda digital parece ser, hasta el momento, la opción más sustentable dentro de la industria y en palabras de sus propios creadores “no desperdiciamos nada más que datos y explotamos nada más que nuestra imaginación”.

 

Lirayen Baeza, artista visual y emprendedora de la isla de Chiloé. Realiza estudios de artes y diseño hace 10 años entre Chile, Argentina y México. Desde marzo cursa en TALLER los programas de Fashion Promotion y Fashion Thinking para contribuir al crecimiento de su marca personal, DELIRA, un proyecto de artes visuales y diseño bajo el concepto de arte para usar. Actualmente reside en Ciudad de México, está dedicada a la producción y difusión de su obra artística