MATERNIDAD Y MODA: una crítica histórica

MATERNIDAD Y MODA: una crítica histórica

POR ILIANA JAYME

La moda y la historia tienen una deuda con el cuerpo femenino en gestación, ya sea porque los cánones de la sociedad han dictado que el embarazo es un momento vergonzoso y digno de esconderse, o porque es un tema incómodo para los conceptos patriarcales que nos rigen. Cada época ha dado a la maternidad y a las mujeres un mandato del “deber ser” y de lo que se espera de ellas de acuerdo al contexto económico, político, cultural y religioso. Ha sido una construcción social acorde con los intereses de cada momento histórico (Palomar, 2005).

La moda, en tanto fenómeno de representación, ha absorbido y reforzado cada concepto que el patriarcado le ha pedido a la mujer-madre en cada uno de esos momentos. Ha sido reflejo y espejo, acción y reacción. 

En la maternidad hay varios sujetos: la mujer, el cuerpo embarazado, el hijo y el concepto abstracto de lo que una buena madre debe ser. Uno de esos sujetos, el cuerpo femenino en estado de gestación, ha sido motivo de misterio, deificación y admiración en algunas culturas (como las precolombinas en América) o bien, de repudio y disimulo, incluso tratado como una enfermedad que se debe aliviar (en épocas más recientes, especialmente en Occidente).

Ese cambio físico en el cuerpo de la mujer requiere una adaptación en la manera de vestir. Desde que los seres humanos comenzaron a usar materiales naturales para cubrirse de las inclemencias del tiempo, tuvieron que hacerse modificaciones en las prendas para dar cabida a un vientre abultado y prominente que contiene un nuevo ser. 

La ropa adquirió significados simbólicos tiempo después en la historia de la moda e indumentaria; sin embargo, estos no han estado ligados a la función del embarazo, la lactancia y la crianza. Históricamente la ropa de maternidad ha sido poco estudiada, expuesta y registrada. Esto tiene que ver precisamente con el hecho de que la gestación, sobre todo en tiempos recientes (siglo XVIII hasta mediados del siglo XX), ha sido un fenómeno digno de esconder.

LA HISTORIA DE LA MATERNIDAD Y LA MODA

Tradición judeocristiana, los primeros conceptos

Si bien podríamos empezar a hablar de la historia de la maternidad desde tiempos prehistóricos o en la época clásica en Grecia y Roma, la cultura e idiosincrasia judeocristiana ha tenido una relevancia más definitiva y duradera en la sociedad actual. Existen diferentes figuras femeninas y maternales en la Biblia: la primera fue Eva, creada de una costilla de Adán, ella lo incita para comer del fruto prohibido y es castigada por la eternidad con dolor en el parto. En este acto se expresa la idea de la mujer como origen del pecado y se afirma su función reproductora a nivel físico y corpóreo. Poco puede interesar su pensamiento si su objetivo es la reproducción biológica.

La segunda figura más importante, en orden de aparición, es la Virgen María, que en sus diferentes advocaciones tiene un solo sentido y significado: dignificar, revalorizar, sublimar la función como mujer fuerte que soporta, sufre, padece y se levanta, recuperándose una y otra vez de los dolores que representa la maternidad. Sus más grandes atributos son la obediencia, sumisión y abnegación a su hijo.

Estos conceptos se han afirmado a través de los siglos, hasta llegar a la Edad Media en la que la religión católica y su Iglesia como institución regían cada aspecto de la vida cotidiana en Europa, dando paso a uno de los períodos más misóginos de la historia occidental, sobre todo entre los siglos IX y XIV (Molina, 2006). En esta etapa histórica la figura del hijo(a) era meramente práctica; los niños eran considerados seres eminentemente malos, a los cuales había que educar para enderezar, adquirían valor a partir de los 7 años, edad en la que se les podía incorporar a las labores domésticas o del campo, según su sexo (Molina, 2006).

A falta de registro histórico de la ropa de maternidad, el arte pictórico es el elemento más importante para analizar la moda de cada época, por lo que se vuelve importante revisar algunas imágenes que retratan a mujeres embarazadas.

En esta pintura (fig. 1)  podemos apreciar a la Virgen María llegando a visitar a su prima Isabel a su casa, mientras esta última sale a su encuentro, María viste una hopalanda de terciopelo con mangas medianamente anchas, ceñida de la cintura, sobre una saya de tela fina, probablemente de paño de oro; Isabel viste una túnica con cintas en zigzag que servían para ajustar o aflojar el vestido según fuera creciendo el abdomen, también observamos un tocado en la cabeza. En esta época se procuraba una cantidad considerable de tela en la confección de los vestidos para crear un volumen extra en el abdomen y al ceñirse provocar la ilusión de un vientre materno (tal como se puede apreciar en El matrimonio Arnolfini de Jan Van Eyck fig. 2), esto resulta relevante, ya que la moda recalcaba la importancia de la fertilidad y la función reproductora de la mujer.

El corte imperio fue el más usado a través de los siglos, con algunas diferencias sutiles que se revisarán más adelante, esta silueta se mantuvo prácticamente sin modificaciones hasta finales del siglo XVI, en el período barroco, cuando se dió un cambio visible en la ropa de maternidad con el “vestido Adrienne”, consistente en un vestido sin cintura con muchos pliegues (fig. 3).

Edad Moderna, la era del ángel de la maternidad

En un salto histórico, a partir de la Revolución Francesa Rousseau cambia el paradigma del niño desde una óptica romántica como un ser aparte que necesita cariño y cuidados, y se designa a la madre como la encargada de hacerlo. En ese Siglo de las Luces, la dimensión espiritual y carnal de la maternidad se estrechan para construir un modelo de buena madre, sometida al padre pero muy valorada a causa del alumbramiento de los hijos, podemos considerar que la función materna absorbe la individualidad de la mujer (Oiberman, 2005).

La óptica puritana en cambio, era diferente, en ella los niños debían ser disciplinados en la religión y purificados a través del trabajo, e incluso por medio de castigos físicos; la madre tenía importancia únicamente desde la óptica biológica, no como proveedora de esta educación.

En esta imagen (fig. 4)  observamos a una mujer de estrato social alto que amamanta a un bebé sostenido por una criada, el vestido tiene aberturas en la zona del pecho para facilitar la labor, sin embargo, la escena es poco real ya que estas mujeres no lactaban a sus hijos, dejaban la tarea a nodrizas que amamantaban a dos y hasta cuatro bebés de diferentes familias.

Revolución Industrial, un parteaguas en la maternidad

El primer gran hito que provocó un cambio en las condiciones y la percepción de las mujeres en la sociedad fue el desarrollo de la Revolución Industrial. Los cambios de modelo económico provocaron migraciones del campo a las ciudades, la pauperización de la población en ellas, entre otras causas, hicieron necesaria la incorporación de las mujeres más pobres a la vida laboral. Esto no trajo ninguna ventaja en su independencia ni emancipación, por el contrario, significó una doble jornada y carga, la del trabajo y la del hogar, además de un aumento en la mortalidad materna, abortos espontáneos y complicaciones en los embarazos.

Para las madres de clases más acomodadas, la opción era quedarse en casa a cuidar a sus hijos y encargarse del hogar (privatización de la función materna), sin embargo legalmente tampoco tenían relevancia alguna, por ejemplo, en Francia los derechos legales sobre los hijos seguían siendo de los padres.

La vestimenta de maternidad en esta época ya adquirió cierta relevancia, pero no se usaban vestidos distintos para la vida regular y el embarazo, más bien, se hacían adecuaciones y modificaciones a la ropa existente para tal fin, o bien se usaban algunos trucos como no abrochar o cerrar la espalda de los vestidos, y cubrir con un chal para que no fuera visible. En Francia, la emperatriz Josefina puso nuevamente de moda el “corte imperio” y esto se trasladó a la ropa de maternidad, a la que se agregaron cuellos muy largos parecidos a baberos con la finalidad de servir también durante la etapa de lactancia.

Era Victoriana, vergüenza y disimulo

En Inglaterra, la reina Victoria comenzó su reinado en 1837 y con ella llegaron una serie de cambios en la visión de la maternidad que permearon en todo el mundo: se esperaba que las mujeres parieran muchos hijos (la reina misma tuvo 9) y el embarazo era un estado a disimular. Las mujeres embarazadas con barrigas prominentes debían quedarse encerradas, para ello existían los corsés de embarazo que, según la publicidad, ayudaban a tener “mejores bebés” (fig. 5).

El embarazo era un estado incómodo en el que las mujeres debían quedarse en casa, era mal visto que una embarazada anduviera en la calle con una panza de 8 meses, incluso inmoral, de ahí la necesidad de estos corsés que aún en los años 20 del siglo posterior seguían utilizándose.

Siglo XX, cambios vertiginosos y posmodernidad

En Estados Unidos comenzaron a popularizarse los catálogos de patrones para ropa que servían para confeccionar prendas acorde con el estado de embarazo y brindar comodidad, pero la tela no era accesible para todas las clases sociales, por lo tanto la mayoría de las mujeres alteraban sus propias prendas (fig. 6). 

El primer vestido de maternidad surgió hasta 1904 y la primera línea de ropa de maternidad en 1911 gracias a Lane Bryant, quien inició una revolución con un negocio exitoso que además rompió paradigmas al publicar anuncios en los periódicos de la época (fig. 7).

Este nuevo siglo trajo aparejado una serie de cambios respecto a la maternidad: los avances científicos y la asepsia permitieron reducir considerablemente la mortalidad en niños y madres en el parto, sin embargo, estos cambios también viraron en una “masculinización del parto”, al surgir la ginecología donde obviamente existía una escasez de mujeres médicos, mientras las parteras fueron reemplazadas por el conocimiento científico masculino (Oiberman, 2005).

Entreguerras, “la madre perfecta” y el hartazgo

Después de la Primera Guerra Mundial el mundo se enfrentó a diferentes fenómenos: descenso de la natalidad, mujeres asalariadas y poca disposición a la maternidad, por lo cual los estados promovieron diferentes iniciativas y estímulos para los nacimientos, desde la glorificación de la maternidad hasta subsidios según el número de hijos, a este fenómeno se le denominó “estados natalistas” (Oiberman, 2005).

El segundo gran hito en la historia moderna de la maternidad fue la Segunda Guerra Mundial; mientras los hombres estaban en el frente de batalla, las mujeres se hicieron cargo de todas las tareas productivas, cuando la guerra terminó los hombres que lograron regresar retomaron esos puestos de trabajo, entonces surgió el cuestionamiento, ¿Qué hacer con esas mujeres? 

En Estados Unidos se inició el auge en el desarrollo de los suburbios, que acogieron a las nuevas familias, se crearon infinidad de electrodomésticos y  nace el concepto de la madre, esposa y ama de casa perfecta que tiene igualmente una casa y familia perfectas. Las madres están para servir a los hijos, son responsables de su desarrollo físico, emocional e intelectual; es la “maternidad moral” la que las premia haciéndolas conscientes de “hacer un bien a la sociedad a través de sus buenos hijos”.

En esa misma época surge también el concepto de “ser una madre omnipotente” (Hays, 1998; Rapoport, Strelitz 1977), los vestidos creados por las marcas no cambian demasiado de las décadas de los 30 a los 50, sin embargo todas estas prendas refuerzan ese mandato,  en la televisión y revistas incluso “se exigía” estar perfectamente arreglada y con tacones para hacer las tareas domésticas (Fig. 8) . La marca texana Page Boy Maternity Fashions innovó con una falda patentada que se ajustaba muy bien en las caderas sin crear fruncidos ni levantarse en la parte delantera, también creó un vestido cruzado con tela extra al frente que se adaptaba conforme crecía el vientre. 

Todo este pedido de perfección a las madres terminó por crear movimientos hacia el lado contrario, al punto que las feministas de la década de los 60 pedían dejar de parir, literalmente. Estas décadas fueron a la vez los tiempos del amor libre y del movimiento hippie, la psicodelia y el “flower power” también influyeron en la vestimenta de embarazo.

La madre posmoderna, entre lo público y lo privado,

el éxito o los hijos

La década de los 80 trajo cambios en las posturas feministas, por un lado las mujeres se integraron de forma más activa y con mayor fuerza a las actividades ejecutivas y empresariales, y por otro empieza a hablarse abiertamente de lo que está mal en la maternidad, comenzando a desromantizar y derribar mitos. En esos años, existió una fuerte presión social para que las mujeres buscaran  su desarrollo personal y profesional ((Burin, 1988) fig. 10).

Un ejemplo importantísimo de la comunicación, el arte y la fotografía que retratan este aspecto es el trabajo de la fotógrafa June Newton (fig. 11), mejor conocida como Alice Springs, sus retratos de madres famosas y/o adineradas con sus hijos son poco sentimentales, trastocan las expectativas de un retrato madre e hijo al rechazar cualquier rastro beatificante de la Virgen y el Niño Dios, por tanto sus mujeres y niños son seres distintos y completamente separados (Garelick, Rhonda. 2019).

Hacia esa misma década las mujeres comenzaron  a rebelarse ante el modelo de la madre omnipotente o súper madre, ya que resultaba agotador cumplir con todas las tareas y mandatos por sí solas; comienza entonces a hablarse de la maternidad colectiva, en la cual deben participar de la crianza el hombre, la familia extendida, la iniciativa privada y el estado.

La década de los 90 trajo un gran cambio a nivel de medios de comunicación: el retrato de Demi Moore desnuda y en avanzado estado de gestación por la fotógrafa Annie Leibovitz para la portada del número de agosto de la revista Vanity Fair (fig. 12) provocó lo que yo denomino “la liberación de la barriga”, a partir de entonces las alfombras rojas se llenaron de actrices embarazadas enfundadas en vestidos de las mejores marcas, comenzaron a incluirse modelos profesionales embarazadas en pasarelas de Victoria’s Secret e incluso más adelante en la segunda década del siglo XXI se sexualizaba el embarazo gracias a Kim Kardashian (fig. 13).

El internet y su revolución abrieron nuevos canales de comunicación, se crearon blogs de maternidad, movimientos de maternidad real, maternidad feminista, ecomaternidad, maternidad minimalista, pero también el sistema capitalista y el patriarcado transfirieron  toda la responsabilidad (nuevamente) a las madres, generando diversos fenómenos:

  • Existen sentimientos de insuficiencia y culpa, madres deprimidas.
  • Los lazos sociales se vuelven más débiles y superficiales, las madres están cada vez más solas.
  • Se profesionaliza la atención a los niños y adolescentes: psicólogos, médicos, pediatras, maestros de deportes y de arte.
  • Se crea una industria de productos y servicios para satisfacer (o crear) sus necesidades.
  • Se culpa a las madres de los problemas sociales existentes: drogadicción, depresión, violencia, suicidio, etc. 
  • Las mujeres se enfrentan forzosamente a decidir entre ser madres y la realización profesional.

Aunque existe una hipótesis sobre la responsabilidad culposa de la industria de la moda en los problemas que viven las madres en el siglo XXI, como exponer a las modelos y actrices con sus perfectos cuerpos después de parir, la conclusión final es que tanto la maternidad como sus conceptos ligados se hallan en revisión, y la moda, por tanto, busca redefinir y acompañar a la nueva madre en un proceso de construcción.

La moda funge también cómo espectadora de estos cambios, las madres alrededor del mundo tratamos de discernir como manejar cada mandato, cada rol, buscando al ganador de la batalla entre el bienestar de los hijos y la vida propia. Probablemente el pedido que hoy se lanza a la industria de la moda es que participe, se involucre y comprometa a derribar los mitos y exigencias de perfección que efectúa hacia las madres en nuestra sociedad.


Iliana Jayme es miembro de la #ComunidadTALLER y egresada del Creative Lab en “Historia, teoría y crítica de la moda”, cuyo trabajo final se centró en esta crítica histórica al papel de la moda en la maternidad.