¿Vive la moda una revolución? Verdades y contradicciones del cambio social

¿Vive la moda una revolución? Verdades y contradicciones del cambio social

Con el albor de un nuevo año a la industria de la moda conviene dar un vistazo atrás y analizar todos los cambios surgidos tras dos años hiper convulsos en que la manera de crear, alentar, producir, vender y consumir dio un vuelco significativo de muchos grados. 

Resulta evidente que ya desde hace casi cinco años la industria se ha visto envuelta en un movimiento nacido de varias coyunturas que han acelerado un proceso de cuestionamiento y reflexión en torno a las prácticas por las que tradicionalmente se seguía optando, las cuales hoy en día parecen no seguir teniendo cabida en dicho proceso que busca encaminar a la moda hacia el progreso en lo social, ambiental y político, pero aún así surge un cuestionamiento colectivo y de interés público: ¿realmente se trata de una revolución?

Para poder profundizar en tal gesta es importante tener en cuenta las coyunturas que han dado pie a ella y también los actores que se han encumbrado como líderes o voces de esas causas.

Cuando se habla de esta revolución en la industria de la moda nos encontramos con factores de índole social, culturales y políticos, pues como bien declaraba la legendaria editora de Vogue Italia, Franca Sozzani, “la moda no puede estar alienada de la crítica social y política”, lo cual la convirtió hasta su fallecimiento en diciembre de 2016 en una de las figuras más activas en pro de la renovación de la industria y en cómo se le percibía desde fuera.

En la actualidad una de las nociones en las cuales se afinca la agenda de esta “revolución” versa sobre  la sustentabilidad y la ética en torno a la producción y comercialización de la oferta de moda; curiosamente “Fashion Revolution” es el nombre de un movimiento global sin fines de lucro nacido tras los acontecimientos de 2013 en Bangladesh, una de las naciones periféricas que abastecen la producción masiva de ropa, cuando el 24 de abril de aquel año se produjo el fatídico colapso del edifico Rana Plaza que albergaba cinco fábricas de confección, el cual dejó un saldo de 1,138 fallecidos y 2,500 heridos, en lo que se reconoce como uno de los mayores accidentes industriales.

Parte de esa presión que ha impulsado a los movimientos de este tipo es una necesidad de mayor transparencia en el ¿cómo se hace? ¿quién lo hace y bajo qué aspectos éticos?, dichos cuestionamientos han posado el ojo del huracán sobre los industriales y cadenas detrás de esa producción y explotación laboral, sobre todo los retailers del fast-fashion sobre quienes se comenzó a atizar dicha presión en cuanto a la naturaleza de sus procedimientos en lo humano y en el manejo y explotación de los recursos ambientales, algo que resulta primordial hoy en día y que ha comenzado a ganar mucho más terreno en la discusión pública y en lo concerniente a los modelos de consumo, a lo cual el sector del lujo tampoco ha escapado.

Si ahondamos en la cuestión social, por otra parte, encontramos demandas en torno a la apertura que la moda está teniendo sobre temas como la inclusión, la diversidad y la promoción de nuevos modelos estéticos más acorde con la realidad y las expectativas del consumidor, así como una visibilización y entrada al debate de otros espectros antes desdeñados, como los nuevos cánones sexuales que tan incendiarios en el debate actual se han colocado.

Una parte significativa de este interés al igual que en la problemática antes citada, recae en la observancia de cuan genuinamente se están llevando a cabo estas cuestiones, que tanto se están trabajando para hacer de la moda un paradigma de cambio en los marcos sociales, culturales y políticos. 

Si bien puede presumirse de un importante avance el cambio significativo que ha dado lugar la presencia de nuevos talentos, de actos como el de la estadounidense Paloma Elsesser, una de las modelos más solicitadas desde la temporada 2018, encumbrada como uno de los cuerpos plus-size abanderados del body positive;  la desmitificación de ciertos modelos sociales un tanto arcaicos y la evolución hacia nuevas acepciones, ahí está la causa  feminista y su nueva concepción del espectro femenino que puebla el quehacer de los creativos en todos los planos de la industria (especial atención ha recibido el Dior de Maria Grazia Chiuri como pionera de esta causa), no podrían dejar de quedar algunos cabos sueltos y la propensión a la crítica que han incitado algunos actos de falso activismo y escándalos que siguen sacudiendo a la moda.

El assian issue de Dolce&Gabbana que ha posicionado al icónico dúo detrás de la firma como ejemplos de racismo y les ha costado el mercado clave de aquella región, entre otros casos mayormente propensos a las fobias se suceden con casos más vigentes comocuando en  meses recientes se hizo mofa de acontecimientos como la Met Gala 2021 (primera de los tiempos pandémicos) y el caso de la senadora demócrata de origen latino Alexandria Ocasio Cortez quien portó un diseño de la firma neoyorquina Brother Vellies estampado con la leyenda “tax the rich”, que más que un mensaje contundente significó para muchos un acto de superficialidad, desproporción y desparpajo, una demanda que cae más en el pastiche en el cual la celebración de la gala se afinca que en alentar la reflexión al cambio.

Y es que en cuestión de denuncia pareciera que los observantes prefieren dar al asunto una visibilidad mucho más genuina y discreta, priorizando el ¿cómo se dice y cómo se proyecta?, en contraposición al despropósito y la magnificencia que resultan chocantes y en un mayor número de veces se funden con esa noción de ver a un movimiento, demanda o agenda socio-política como una tendencia de la industria que alimenta las ansías de algún actor dentro de esta batalla continua por obtener un mayor posicionamiento dentro del ojo del consumidor,  más que como un interés benévolo en sumarse a estas acciones contestatarias al status quo.

Aunque para muchos resulta chocante que cada vez se cuestionen mucho más aquellas nociones y actos que antaño se consideraban “normales y aceptables” no hay que perder de vista que cada acto encaminado a cimbrar los cimientos de alguna institución social siempre busca generar cierta incomodidad entre ciertos sectores, pues después de todo, en eso se afincan las verdaderas revoluciones.

Fernando de los Santos es colaborador de TALLER y parte de la comunidad estudiantil en el diplomado de E-commerce, influencer y marketing digital para la industria de la moda.