Brujas y Magas de la Moda: Cómo Vionnet y Lanvin fundaron  la moda contemporánea

Brujas y Magas de la Moda: Cómo Vionnet y Lanvin fundaron  la moda contemporánea

Lo dice muy bien el historiador francés George Michelet en su célebre obra La Bruja, que en aquellas épocas de persecución religiosa desalmada, de fanatismo y cruenta misoginia el blanco predilecto de los inquisidores y su proceder para erradicar toda huella de libertinaje, que inclusive llegó a solidificarse bajo aspectos académicos (el Malleus Maleficarum), fueron las mujeres.

Brujas era el mote implantado a todas aquellas que nadaban contra la corriente, las que hallaban en la naturaleza su refugio y domus, después fueron las librepensadoras, a quienes por el mismo acto de echar a andar el intelecto se les consideraba peligrosas para el status masculino, las rebeldes, las que no se sometían o se sublevaron contra los designios masculinos como fieles hijas de Lilith, la primer mujer mitológica que según la cosmogonía hebrea infundió la ira del Creador al no querer yacer debajo del cuerpo y el mandato del primer hombre, Adán, lo que produjo su destierro convertida en  un ente demoníaco, para posteriormente fundar una estirpe de féminas que encontraron protección y devoción bajo su figura, la madre de las brujas, como lo fueron también Circe y Hécate para los grecorromanos.

Contraria a la figura de la bruja surge la del mago, contraria, pues aunque ambos se desenvuelven en los terrenos de la magia y el ocultismo, al mago por ser figura eminentemente masculina se le otorgó una imagen de benevolencia y conocimiento superior, aquel que desentraña mentes, el precursor de la alquimia y los saberes esotéricos milenarios. Precisamente entre ambas figuras se encuentra una estirpe de mujeres, modistas, diseñadoras, musas, extravagantes socialités y fashionistas; BRUJAS, pues poseyeron el carácter indómito y rebelde de quienes se sublevan ante las normas estéticas de una rígida sociedad, MAGAS, porque con sus manos confeccionaron, en una suerte de alquimia nigromántica la trama de la moda moderna, fundándose como parte primordial para entender la industria de la moda actual.

Aunque su nombre haya pasado desapercibido para la cultura popular,cuyo trono de fama recae en su compatriota Gabrielle Coco Chanel, Madeleine Vionnet (1876-1975) bien podría erigirse como la sacerdotisa de este aquelarre de brujas de la moda. Discreta, como su misma etiqueta que sobrevivió hasta hace unos años bajo la dirección creativa de Goga Ashkenazi, en un acto de preservar el legado de tan importante mujer.

Aunque a Paul Poiret, a principios del siglo XX los anales de la moda le confirieron el título de “liberador de la figura femenina” al desechar el corsé, fue en realidad Vionnet quien esculpió la forma femenina, inaugurando una nueva forma de entender la figura de cara a la modernidad. Su influencia fue tal que todavía se percibían destellos de su maestría en Cristóbal Balenciaga su también discípulo, Alber Elbaz, Yiqing Yi o John Galliano, quien revivió su nombre y redescubrió su mayor aporte, el corte al bies, en 1990. Azzedine AlaÏa por su parte la definió como “la fuente de todo, madre de todos los couturiers”.

De origen modesto, un motivo recurrente en las biografías de otras magas y brujas como Jeanne Lanvin y Coco Chanel, Madeleine Vionnet gozó de fama y fortuna durante las décadas de los 20 y 30 cuando el corte que la hizo reconocida se aplicó a vestidos de noche caracterizados por su apuesta a la naturalidad y la envoltura exquisita de las telas sobre el cuerpo, que se cuenta, una vez cortadas en forma diagonal en ángulo de 45°(bies) dejaba colgando sobre su estudio para que la gravedad produjera las caídas y plisados necesarios para dar el efecto de fluidez que le inspiró la danza moderna de Isadora Duncan, como si se tratase de un artilugio. Para 1923, rica y poderosa, Vionnet muda su sede a la nobiliaria rue Montaigne, cuando contaba con una plantilla de 1000 empleados y 26 talleres de costura.

Además de influir en la escena francesa de la moda de entreguerras, Vionnet fue pionera en el combate al plagio y la copia, sobre todo de creativos americanos, por ello en 1921 auspició el movimiento de Defensa de las Bellas Artes y Artes Aplicadas, comenzó a fotografiar todos los perfiles de sus diseños y en la etiqueta, además de un número de serie, agregaba su firma y huella digital, algo que replicó Elsa Schiaparelli. Poco antes de la ocupación nazi de Francia, echó el cierre a su carrera y con ella la magia detrás de su etiqueta, hasta que en 1977 Diana Vreeland desempolvó su nombre de los anales de la moda en una exposición dedicada a los modistos franceses de 1910 a 1930.

Coetánea de Madeleine, el nombre de Jeanne Lanvin es quizás más conocido, aún cuando con altibajos su maison histórica ha sobrevivido hasta nuestros días, como epítome del chic francés y bajo el título de ser la firma de moda más antigua de Francia. En sus orígenes una sombrerera que en 1889 abrió su escaparate en la hasta día de hoy sede insignia del 22 de la rue du Faubourg Saint-Honoré, a la sorcière Lanvin se le adjudica el invento del cloché, modelo de sombrero que reinó en la moda femenina por casi dos décadas.

 Aunque menos impulsiva y vanguardista, y ajena a las tendencias que Chanel, Jeanne bien podría ostentar el reconocimiento como precursora del marketing moderno, del retailer y los conglomerados que hoy controlan la industria de la moda. Más allá de una modista asombrosa, su visión se enfocó en la construcción de una empresa diversificada en el ámbito de la moda femenina, infantil, masculina, tanto en sus líneas couture y sport, la cosmética, la decoración, la perfumería y talleres de tintes, pues ante todo fue conocida por las tonalidades insignia de sus creaciones que se volvieron la carta de presentación de su emporio, quasi productos de alquimia sagrada:  el verde Velázquez, el rosa Polignac y el azul Lanvin, inspirado por su admiración al arte renacentista y los frescos del quattrocento de Fra Angelico.

Cuando ya era famosa en los 20 por sus vestidos, caracterizados por el barroquismo de su ornamentación, su aura romántica, los drapeados y asimetrías, Lanvin incursionó en el childrenswear producto de la devoción e inspiración que le instigaba su primogénita, heredera y musa, Marguerite-Marie Blanche, siendo la artífice de una línea que conjugaba diseños para madres e hijas, un eterno vínculo entre mujeres que se encarnó dentro del ADN de su marca. Años después el ilustrador art-decó Paul Iribe inmortalizó la imagen de Jeanne y Marguerite en una fiesta de disfraces, con una suerte de vestimenta de hechiceras, dando origen al emblema inconfundible de Lanvin, “la mère et la fille”, que se estampó sobre su perfume icónico desde 1927, el Arpège.

Destacadas dentro de un mundo eminentemente masculino, refrendadas u olvidadas por la industria que abrazó sus creaciones, propuestas e innovaciones, el hechizo de Vionnet y Lanvin recayó en una legión de modistas y diseñadoras quienes bajo el patronazgo de estas sacerdotisas, conformaron un aquelarre que sigue moviendo los hilos de la moda actual y celebrando la figura trascendental de las mujeres: Schiaparelli, Gaby Aghion, Stella McCartney, Phoebe Philo, Gabriela Hearst…pues ante todo las brujas y magas.