CORPORALIDAD Y MODA DESDE EL PERFORMANCE
POR EMILY ROSAS
Regularmente pensamos en el cuerpo como algo personal y un reflejo de quienes somos, pero la realidad es otra. Las formas corporales han evolucionado rápidamente y a raíz de esto el cuerpo ha sido estudiado por diversas disciplinas. El cuerpo expresa y genera identidad, pero también dicta privilegios, ayuda a comprender en qué parte de la sociedad podemos ubicarnos. Es por esto que el cuerpo va acompañado de los procesos sociales y políticos que componen el Estado; en este caso el mexicano, el cual tiene su lugar en el marco de los estudios de género, entendiendo al género como una estructura social discursiva en la cual el lenguaje y las acciones tienen significados, se refiere a los roles construidos por la sociedad que rigen nuestro comportamiento, posiciones y responsabilidades basados en ser hombre o mujer como señala Lombard. No por nada grandes teóricos han generado posturas refiriéndose al mismo, como J. Butler, quien concibe al cuerpo como una performance o M. Foucault, que ve al cuerpo como una estructura de poder.
El género y el cuerpo se construyen en el performance, es decir en lo que transmitimos. En este sentido, J. Butler se pregunta ¿qué pasa con éste?, qué decir de la violencia y el daño corporal. Hay dos cuestiones que deben ser tomadas en cuenta al hablar de cuerpo: la diferencia entre ‘lo material y la materialización’ , el primero evoca a la categoría sexo, es decir, cómo me veo de manera natural y cuáles son mis rasgos físicos, mientras que el segundo hace referencia a las normas reguladoras, las normas de género. El performance va de la mano con la materialización, este no debe entenderse como un ‘acto’ singular, sino, antes bien, como la práctica reiterativa y referencial mediante la cual el discurso produce los efectos que nombra.
El performance trae a la discusión el hecho de que la representación corporal es para el otro, es parte de un proceso de comunicación entre quien realiza la acción y quien la presencia, de acuerdo con Victor Turner “este puede contribuir a mantener un orden establecido”, por su parte P. Bourdieu enfatiza las condiciones institucionales que legitiman el poder mediante discursos de autoridad, esto quiere decir que los actos performativos le dan eficacia a los rituales sociales, para Goffman, esto “genera identidad a partir de clasificar y segregar”.
Es importante recordar que los actos performativos necesitan una esfera cultural que los sustente y valide, entonces, el performance es un acto aceptado, aunque no se nombre como tal “parece ser algo que marca y define nuestra realidad, se trata de invocaciones a la norma, actos rituales, convencionales, institucionales” (Moreno y Torre), se trata entonces de estas prácticas cotidianas, que muchas autoras y autores han llamado prácticas identitarias de género.
No obstante, ¿qué tiene que ver con la moda como la conocemos hoy? La moda es un acto político, una institución y todo lo anterior puede verse reflejado en la idea de tecnologías de género de Teresa de Lauretis, ya qué esta está situada en dos esferas: la industria cultural y el entretenimiento, ambos discursos cobran fuerza en un contexto que ha mutado significativamente, ya que se instauran como uno de los marcos interpretativos prioritarios de la sociedad. Entendiendo que las imágenes producen cultura, pues estas están permeadas de una estética regida por el capitalismo.
Para Valerie Steele, hoy en día la silueta es nuestro cuerpo mismo, mucha gente está convencida que es la moda quien promueve desórdenes alimenticios y promueve riesgos en la salud, es incómoda, insalubre e innatural. Aunque pareciera que la moda es una institución que perpetúa diversas formas de violencia de género, actualmente existen fuertes controversias que le han dado la vuelta a este discurso. Cada vez más casas y colecciones se pronuncian en contra de actos cotidianos y otros no tanto, pensemos en los diseñadores con propuestas genderless, por ejemplo la escuela japonesa con Rei Kawakubo y Yohji Yamamoto, Ann Demeulmeester, Rick Owens, la joven promesa Harris Reed, recientemente nombrado director creativo de Nina Ricci o casos más pop como la colección cápsula de Beyoncé y Adidas del 2019.
Por otro lado ecnontramos también el contraste de los discursos políticamente incorrectos que buscan erradicarse en la industria, como el reciente caso de Balenciaga y su campaña de pornografía infantil encubierta o la ruprura de esa misma firma, Adidas o el emporio mediático Vogue con Kanye West antes sus desafortunadas declaraciones racistas, lejanamente hallamos también el caso de “Galliano antisemita”, su destitución de Dior y caída en desgracia.
Todos estos fenómenos indican que la moda no es estática, es un proceso cambiante con vida propia, un vehículo performático que lleva a la fantasía como también afirmaba Steele. Cada vez nacen más proyectos que le aportan otros sentidos y significados, los cuales manifiestan a la moda como un trabajo que debe disfrutarse, ser generoso, que en la performance se vuelva más amable con los otros.
¿Tú qué opinas? ¿La moda también es resistencia y performance?
En este artículo la colaboradora de Research Lab y miembro de la #ComunidadTALLER en el Creative Lab de “Historia, teoría y crítica de la moda” Emily Rosas analiza la incipiente relación entre el cuerpo y la moda mediante los actos performáticos.