¿El sexo aún vende moda?

¿El sexo aún vende moda?

Erotismo, sensualidad, seducción y deseo son características intrínsecamente ligadas al sexo que han sido sumamente exaltadas por creativos en la industria de la moda; inundan pasarelas y editoriales como una herramienta que genera controversia en muchos casos y discusión pública traducidas en ventas, poder y fama para diseñadores, editores y casas de moda.

 Estas afirmaciones no carecen de sustento si se revisan declaraciones como las de Alejandro Gómez, fundador de la firma icono queer Palomo Spain para la edición española de Vogue:

“La ropa siempre ha sido una forma de expresar la sexualidad…crear deseo sexual por la ropa y por quien la viste”. 

Christopher Kane por su parte añade que “la moda es precisamente eso—un acto en que— usamos las prendas para generar atracción hacia personas del sexo opuesto o del mismo sexo”.

La vestimenta entonces sería lo que el plumaje, la coloración y las posturas de apareamiento en el reino animal, es un juego de galantería.

Resulta curioso que al revisar la historia de la moda la cuestión en torno al sexo y la vestimenta haya ido transformándose. En la lejanía del período Medieval o el Renacimiento la ropa tenía la función principal de “encerrar” el cuerpo, pues toda aquella característica anatómica por debajo de los ojos era considerada pecaminosa. En la época del excesivo rococó los corsés constreñían la figura mientras resaltaban otros atributos. 

Ya instalados en el siglo XX encontramos en Cristóbal Balenciaga una óptica peculiar respecto a la exaltación de la sexualidad mediante el vestido, su visión quizás incomprensible a los ojos occidentales tendía más hacia concepciones orientales, muchas de sus creaciones se caracterizan por volúmenes caprichosos que parecieran ocultar el cuerpo de todo escrutinio, excepto por la nuca, considerada un elemento corporal muy erótico en Japón.

En los años 60 con el triunfo del ready to wear (para desgracia de Balenciaga) comenzó a percibirse un cambio de mentalidad impulsada por los boomers para quienes el sexo ya no era un tabú, fue entonces que las faldas del New Look se acortaron a niveles escandalosos y se ajustaron a las piernas.

Tres décadas después el sexo lo dominaba todo. Se veía no solo en los vestidos con aperturas, el cuero de reminiscencias sado y mucha piel que enseñar en las colecciones de Gianni Versace e increíblemente se filtró a propuestas como las de Karl Lagerfeld en Chanel; lo explícitamente sexual que para muchos era sinónimo de vulgaridad se había tornado ultra sofisticado.

Esos fueron los años de gloria de Calvin Klein y sus campañas protagonizadas por rostros jovencísimos, muy atractivos y cuerpos esculpidos que incitaban a la lujuria. 

En los últimos años de la década el Gucci porno chic de Tom Ford se encontraba en lo más alto, impreso en la memoria colectiva a través de sus muy polémicas presentaciones y campañas, muchas de ellas retratadas (como la de la “G” recortada en el pubis de la modelo Louis Pedersen) por el ahora caído en desgracia Mario Testino.

Fue el mismo Tom Ford quien apuntó a que la moda comenzaba a “tornarse más pudorosa”, tal vez porque en los 2000 el sexo pudo desacelerar como medio para venderla, aunque en años recientes ha vuelto a estar vigente solo que desde otra óptica.

Habría que destacar el papel que han jugado los movimientos feministas y la mayor visibilidad que se le ha dado en años recientes a otros espectros de la sexualidad como lo queer y otras denominaciones dentro del colectivo LGBT+. 

Para empezar, se ha suprimido y desterrado la óptica masculina desde la que se percibían el sexo, el erotismo y la sensualidad como formas de vender, ahora se revisan bajo la mirada de las mujeres, las cuales apuestan por demoler la misoginia del dominio de cada aspecto estético, cultural y social del acontecer actual.

Retomando el caso de Testino y mencionando al Me Too, hoy resulta un tanto imposible que sus campañas provocativas resurjan al público, no tanto porque se haya adoptado una postura puritana al respecto sino porque el peruano al igual que fotógrafos influyentes en eso del porno chic como Terry Richardson o Bruce Webber ahora se hallan en la lista de cancelación debido a las acusaciones de abusos que pesan en su contra. 

Caso similar el de Dolce&Gabbana cuando una de sus muchas campañas fotografiadas por Mariano Vivanco y que competían en provocación con las de Gucci, fue cuestionada por hacer una apología a la violencia sexual. En el escrutinio público ahora se da más peso al ¿cómo se hace? y ¿cómo se expresa?

Sí, el sexo aún vende moda, aunque atrás quedaron los años en que la figura femenina convertida en un objeto mercantil para el disfrute explícito del público masculino era común, ahora el sexo a través de la ropa es visto como una forma de autoafirmarse y un acto de empoderamiento en el caso femenino, tal como lo afirman lo que para la crítica son las refrescantes propuestas de creadores noveles como Nensi Dojaka, Michael Halpern o LaQuan Smith, la primera galardonada con el LVMH Prize en 2020 por su estética lencera y el segundo apodado “el nuevo Gianni Versace”.

Por otra parte es curioso, como el elemento sexual que antes se asociaba más con el espectro femenino ha ido ganando aceptación en el ámbito masculino. Ahora los hombres son los que “enseñan piel” y se despojan de todo pudor, en un ejercicio liberador y de sintonía con su sexualidad, las nuevas generaciones han ayudado a romper ese estigma.

Los escotes y las prendas cortas son firmados por J.W. Anderson quien no oculta su fascinación por el sexo, en 2016 presentó su colección de menswear por la app de citas Grindr y en 2020 una colección de accesorios en tributo al ilustrador e icono gay Tom of Finland, los dibujos de hombres pertenecientes a la subcultura leather que adornaron prendas y un llavero de forma fálica fueron un éxito. 

Rick Owens fue un paso más allá en 2015 cuando sus prendas de knitwear con aperturas estratégicas dejaban al aire los miembros de los modelos. Mucha de la vigencia actual del sexo y el surgimiento de una fascinación por los años 90 (guiños a Ford en la “Gucci Aria” de Alessandro Michele) se la debemos al contexto actual de pandemia. 

Tal como lo apunta la Dr. Dawnn Karen, experta autora en psicología de la moda, “debido a la falta de interacción humana durante la pandemia, las medidas draconianas que nos impusieron…es posible que nos estemos aferrando a la idea de control a través de la única forma en que podemos hacerlo: nuestros cuerpos…si el mundo no ha podido tener tanta interacción social y las máscaras siguen siendo necesarias a veces tal vez el último recurso sea mostrar otras partes del cuerpo”. 

Después de todo el sexo es algo intrínseco a nuestra naturaleza y sigue vendiendo moda.

Fernando de los Santos es colaborador de TALLER y parte de la comunidad estudiantil en el diplomado de E-commerce, influencer y marketing digital para la industria de la moda.