Fast Fashion Zero-Waste: ¿Es la moda digital la solución para seguir hiperconsumiendo?

Fast Fashion Zero-Waste: ¿Es la moda digital la solución para seguir hiperconsumiendo?

¿Alguna vez has comprado una prenda sólo para lucirla en una foto en Instagram?

La creciente conciencia ambiental de los últimos años no ha impedido la aceleración del ciclo de usar y tirar la ropa. Y en buena medida, la causa son las redes sociales.

Datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza indican que desde su creación, el consumo y producción de indumentaria ha aumentado 60%, y a la par, ha disminuido la cantidad de veces que se utiliza cada pieza. En el mercado británico, por ejemplo, 17% de los jóvenes que adquieren moda por Internet admiten que lo hacen para tomarse una foto en sus redes sociales, y después devolverla o desecharla, de acuerdo con un estudio de Barclaycard. 

La búsqueda de formas novedosas para expresar nuestra identidad en el espacio virtual y la presión por mantenernos relevantes en medio de millones de publicaciones moldean nuestros hábitos de compra. No necesariamente es negativo; el espacio virtual abre infinitas posibilidades para explotar la creatividad y compartir nuestras reinterpretaciones de la moda con una comunidad global dispuesta a apreciarlas. Pero en el plano ecológico, sí tiene consecuencias indeseables.

Cada segundo se queman o arrojan a los basureros 2.6 toneladas de ropa, el equivalente a un tráiler lleno, de acuerdo con GreenPeace. La producción también es contaminante: 2 mil 700 litros de agua son necesarios para fabricar sólo una camisa de algodón, y la industria de la moda representa el 10% de las emisiones de CO2 a nivel global, es decir, lo mismo que toda la Unión Europea.

En este contexto, comprar prendas que sólo se producen virtualmente para utilizarse en ambientes online no suena descabellado. ¿Puede la moda digital ser la solución zero-waste para seguir alimentando nuestros perfiles con la fantasía del fast fashion? 

Moda virtual: expresión sin desechos

La moda digital une las tecnologías inmersivas (Augmented Reality, Virtual Reality) con el diseño 3D para fabricar prendas diseñadas a la medida del cuerpo del cliente a partir de una fotografía suya. Funcionan como un filtro personalizado que sólo el propietario puede utilizar en sus redes sociales y otros espacios digitales. 

Al ser creada en el mundo virtual a través del 3D no genera ningún residuo ni en la producción, ni tras desecharse, pues se trata simplemente de una agrupación de píxeles y datos. Dress-X, una de las mayores plataformas de venta de ropa digital, asegura que la huella de carbono por la producción de un ítem en línea es 95% menor a la de uno físico.  

Por eso, afirma, tiene la capacidad de reducir el impacto medioambiental a la vez que permite a los usuarios dar rienda suelta a la imaginación y a la creación. Su lema es “no compres menos, compra ropa digital’.

“La moda virtual permitirá a las personas volverse completamente locas en línea”, asegura Amber Jae  Slooten, cofundadora y directora creativa de The Fabricant, otra de las firmas que están liderando su producción.

“Tratamos de crear una nueva narrativa de moda para el siglo XXI  porque creemos que debemos mirarnos en el espejo y ver si nuestra vanidad realmente necesita dañar el planeta de esta  manera”. 

Amber Jae  Slooten, cofundadora y directora creativa de The Fabricant

Las personas, explica, adoptan distintas personalidades para diferentes plataformas online, cada una de las cuales requiere un código de vestimenta propio. Especialmente las generaciones más jóvenes se sienten cómodas con la idea de tener identidades paralelas en el mundo real y el virtual. Y la moda digital permite satisfacer esas necesidades sin consecuencias.

Ella lo resume así: “Si podemos ser cualquier cosa,  ¿seguiremos queriendo ser nosotros mismos?”.

Y es que las prendas digitales pueden tener texturas y volumen que desafían las leyes de la física y la naturaleza. Los diseñadores son capaces de construir vestidos con materiales como el agua, y los usuarios de cambiar el estampado de una prenda con un click.

Además, sus costos son menores que las prendas materiales, incluso en la industria del lujo. El ejemplo perfecto son los Gucci Virtual 25, los sneakers digitales presentados por la casa italiana en  colaboración con Wanna. Por sólo 12.99 dólares puedes adquirirlos para utilizar en entornos virtuales como la plataforma Roblox y VRChat.

En plataformas de venta de artículos digitales como Dress-X, el rango de precios va de los 25 a los 200 dólares. Obviamente, no hay costos de envío. 

En esta utopía en que los límites entre lo real y lo digital se difuminan podrías tener un armario minimalista en la vida real, y un closet con miles de atuendos fantásticos para la expresión de tu yo digital. Es decir, lo mejor de los dos mundos.

Una tendencia creciente

Si el surgimiento de emprendimientos e iniciativas bajo esta premisa es un indicador, pareciera que estamos cada vez más cerca de hacerla una realidad, o al menos una alternativa accesible.

Ya hay marcas como the Tribute Brand que venden exclusivamente ropa digital. Carlings, y su agencia VIRTUE, lanzaron en 2019 una colección de ropa digital bajo la campaña “adDRESS THE FUTURE”. Fue tan exitosa que después lanzó una camiseta con Realidad Aumentada cuyo diseño podía modificarse con un filtro en Instagram y Facebook. 

Buffalo London se asoció con The Fabricant para crear unas zapatillas virtuales basadas en sus icónicos Classic Low que sólo se podían usar en redes sociales. PUMA también se alió con The Fabricant para crear la colección cápsula ‘Day Zero’ con un patronaje digital que eliminó residuos y costos de logística en el proceso de diseño en más de 30 por ciento. 

La era de la Criptoestética

El desarrollo de la moda digital está ligado al boom de los NFTs, o tokens no fungibles, es decir, activos digitales con características únicas que no son intercambiables ni se pueden imitar, pero sí comprarse y venderse como cualquier otro tipo de bien. Podría decirse que funcionan como certificados de propiedad de activos virtuales. 

Como con las criptomonedas, un registro de quién los posee está almacenado en un libro de contabilidad compartido como el Blockchain. Además, una de sus grandes ventajas es que permiten verificar la autenticidad de un artículo digital, como una canción o un filtro, independientemente de cuántas copias se realicen. 

Sin embargo, si la moda digital es relativamente barata y sostenible, los NFT son otra historia. Sus propiedades han sido aprovechadas para ventas multimillonarias de obras de arte digitales, elementos como el primer tuit del fundador de Twitter y artículos de lujo digital. 

El primer vestido virtual NFT llamado ‘Iridescence’, creado por The Fabricant, fue vendido en 9 mil 500 dólares en 2019. En febrero, el estudio de creación de contenido para gamers, RTFKT hizo historia al monetizar sneakers NFT por tres millones de dólares en apenas siete minutos de venta. En una subasta de Basic Space, una animación NFT de un bolso Hermès se adquirió en $23,500 dólares.

En el tema ambiental, los NFT han sido cuestionados por su enorme huella de carbono, equivalente a la de algunas de las ciudades más grandes del mundo, debido a la gran cantidad de energía que necesitan las computadoras para sostenerlos. Para que te des una idea, “Space Cat,” un NFT que es básicamente un GIF de un gato en cohete, libera la misma cantidad de carbono que un residente de Estados Unidos en dos meses. 

Ya hay esfuerzos para hacer esta tecnología más sostenible, como el Crypto Climate Accord (CCA) promovido por cryptofirmas y organizaciones civiles con la meta a 2025 de que todas las operaciones relacionadas con el blockchain se realicen con energías sostenibles. Sin embargo, si se logra cumplir el acuerdo, las emisiones se eliminarían por completo hasta el 2040. 

Hay además otros retos. Los NFTs suenan mucho pero aún no son populares: menos de 2,000 compradores representaron el 80% del volumen total de compras en el portal de artículos con blockchain Rarible, y los 609 millones de dólares de ventas en más de 4.5 millones de transacciones que tuvo NBA Top Shot fueron hechas por 964,000 usuarios registrados. Eso sí, no todos los pagos pasaron por las criptomonedas; de hecho, 80% fueron con una tarjeta de crédito.

Nada de esto ha impedido que los grandes consorcios de moda se interesen en ellos. Gucci ya lo hizo: en junio, una pieza de videoarte NFT codirigida por Alessandro Michele fue ofertada en la casa de subastas Christie’s, admitiendo pujas a partir de 20 mil dólares. También LVMH, que junto con Richemont y Prada impulsó el consorcio Aura Blockchain en aras de la autenticación y seguimiento de la procedencia de artículos exclusivos.  

Es sólo cuestión de tiempo para que las grandes casas de moda los adopten a gran escala, como ya han hecho con la indumentaria digital para avatares. La posibilidad de comercializar diseños de criptomoda exclusivos cuya propiedad y título de autenticidad sólo pueda poseer quien se haga con ellos en puja suena como una de las primeras apuestas, junto con la trazabilidad de artículos de lujo. La tendencia apela a la exclusividad, pero también a la transparencia. 

Los pioneros saben que la tecnología avanza y los retos para aprovecharla se superan. Y con todos sus contras, es innegable que la moda digital y los NFT abren infinitas posibilidades para innovar y satisfacer a un comprador cada vez más consciente y a la vez más ávido. 

No se trata de promover el hiperconsumo en otros canales, sino de buscar nuevas relaciones entre vestimenta y tecnología acordes a nuestra nueva cotidianeidad digital, para encontrar el equilibrio entre una industria prolífica y una industria ética.

El futuro de la moda es sostenible, tiene que serlo, y también es virtual. Nos guste o no, viene una revolución: la era de la criptoestética está comenzando. 

Artículo escrito por Fernanda Tapia, colaboradora y miembro de la comunidad TALLER en el diplomado Fashion Thinking.