Lo personal es político y la moda también: cómo iniciar el cambio

Lo personal es político y la moda también: cómo iniciar el cambio

“Act as if what you are doing makes a difference. It does.” – William James

Nuestras decisiones personales, por más individuales que parezcan, hablan mucho sobre nuestras posturas sociales. Desde nuestros hábitos de consumo hasta nuestra forma de hablar, cada una de nuestras acciones forman en conjunto un reflejo de dónde nos situamos dentro y frente a las distintas problemáticas sociales. Y aunque no cabe duda de que el impacto de una sola persona en comparación con el de una empresa transnacional es de una magnitud completamente distinta, cada vez cobramos más conciencia del importante rol que jugamos en nuestra propia cancha.

La forma en la que vestimos es un medio a través del cual, a veces sin darnos cuenta, nos comunicamos con el mundo. Como fenómeno de expresión cultural, la moda nos permite manifestar cuál es nuestro estado de ánimo, nuestra identidad, nuestro estilo y nuestras ideas, entre muchas otras cosas. Pero la moda es mucho más que la capa que observamos en la superficie, detrás de cada prenda hay una historia que va desde la obtención de la materia prima hasta su producción y venta. Y en cada una de estas etapas, hay un entramado de procesos que como consumidores no podemos ignorar.

Como punto de partida, basta con decir que, según la Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), la industria de la moda es la segunda más contaminante del mundo. Tan sólo para producir un par de jeans se requieren 7500 litros de agua, lo que equivale a la cantidad que bebe una persona promedio en siete años. Y la contaminación del agua no sólo proviene de su extracción desmedida para hacer ropa, sino que también se ve afectada por los desechos tóxicos de los procesos de teñido y como resultado de lavar la ropa.

La lista de daños ambientales ocasionados por la industria de la moda continúa de forma alarmante, pasando por los desechos sólidos y las emisiones de gases de efecto invernadero que genera.

Pero no es el único motivo por el cual debe preocuparnos nuestro consumo de ropa. La explotación laboral es otro de los lados oscuros de esta industria. De acuerdo con Greenpeace, “los trabajadores de los países donde se fabrican las prendas de fast fashion suelen trabajar de 14 a 16 horas diarias” y carecen de condiciones laborales y salarios dignos. En los peores casos, la industria de la moda recurre a la explotación laboral infantil e incluso al trabajo forzado.

Y es justamente este modelo dominante, conocido como fast fashion, el que ha generado y agravado el problema desde la sobreproducción, el consumismo y la obsolescencia programada. En México, incluso la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) denunció en el 2019 el bajo nivel de calidad de las prendas de marcas de fast fashion como Bershka, Forever21, H&M, Pull&Bear, Shasa y Stradivarius, entre otras. Tal vez lo que más debería preocuparnos es que a pesar de la evidencia que tenemos sobre las consecuencias de este modelo, las ganancias económicas que genera –incluso en medio de una pandemia global- no han disminuido.

La buena noticia es que podemos contribuir a reducir el impacto negativo de la industria a través de ciertos cambios personales:


Reduce tu consumo de ropa. En palabras de Orsola de Castro, cofundadora de Fashion Revolution, “la prenda más sostenible es la que ya tienes en tu guardarropa”. Antes que comprar una nueva prenda, analiza si realmente la necesitas o si puedes sacarle mayor provecho a las que ya tienes.

Infórmate sobre cada prenda y las marcas que las producen. Conocer sobre los materiales utilizados, dónde fue producida la prenda y quiénes están detrás de ella te ayudará a tomar decisiones de forma más consciente.

Consume moda local y sostenible. Apoyar a pequeños emprendimientos de moda sostenible o a casas de diseño locales no sólo minimiza la huella de carbono de tu compra, sino que ayuda a consolidar modelos de producción más sostenibles en tu comunidad.

Utiliza prendas de segunda mano. Dale oportunidad a prendas que ya existen y que, como en el caso de la ropa vintage, incluso pueden ser más duraderas y de mejor calidad.

Invierte en calidad, más que en cantidad. Si cuentas con prendas de buena calidad, evitarás el consumo desmedido de prendas más económicas pero menos duraderas. Apuesta por piezas atemporales que siempre te serán de utilidad.

Desarrolla un estilo propio. Esto te ayudará a consumir de forma estratégica y a largo plazo, evitando dejarte llevar por la inercia de las tendencias pasajeras.

Aída Zozaya es colaboradora de TALLER y miembro de la comunidad estudiantil en el diplomado Diseño Textil y de Moda con Enfoque Sostenible.