¿Inspiración sin Apropiación cultural? Entre el homenaje y lo indebido

¿Inspiración sin Apropiación cultural? Entre el homenaje y lo indebido

Los límites entre la inspiración, el homenaje a otras culturas y la apropiación cultural indebida son complejos de definir. Y aunque no se trata de un tema nuevo, sin duda el Internet y las redes sociales han posicionado este debate entre los más álgidos en el mundo de la moda. Lo cual nos lleva a preguntarnos, en un mundo absolutamente interconectado, ¿cómo podemos identificar si una colección que retoma elementos de otra cultura se trata o no de una apropiación cultural? y ¿cómo saber hasta qué punto se trata de una práctica aceptable o indebida?

Un punto de partida es entender qué es la apropiación cultural.

Desde la perspectiva de Natasha Read, una forma de ver este fenómeno es como un plagio que, además de tomar ideas o elementos ajenos sin dar el crédito correspondiente, cumple con ciertas características: el cambio de contexto cultural, pues se da en el marco de una cultura distinta a la de origen; la asimetría de poder entre quienes se apropian de las creaciones y las comunidades autoras; y el papel pasivo de las comunidades creadoras, ya que no participan en la toma de decisiones ni reciben mayor reconocimiento o retribución en este proceso.

Uno de los casos más polémicos ha sido la reciente colección Resort 2020 de Carolina Herrera. Con distintas prendas que incluyeron motivos otomíes, como el tradicional bordado de la comunidad de Tenango de Doria, Hidalgo, así como camisas de rayas que retomaron el característico estilo de los sarapes de Saltillo, la colección no tardó en ser objeto de debate y crítica. Este suceso incluso llevó a la actual titular de la Secretaría de Cultura, Alejandra Frausto Guerrero, a enviar una carta a la casa de modas señalándola por utilizar bordados y patrones identitarios de comunidades indígenas mexicanas.

Y no es la única ocasión en la que Frausto ha acusado a diversas marcas de apropiación cultural indebida. En mayo de 2021, también envió cartas a Zara, Anthropologie y Patowl, exigiendo una explicación por el uso de diseños textiles con características de origen oaxaqueño, mismos que forman parte de la identidad biocultural y de la cosmovisión ampliamente documentada de los pueblos mixtecas. Además, abre un cuestionamiento clave: ¿cuál es el beneficio que están recibiendo las comunidades creadoras, por parte de las empresas transnacionales?

La desigualdad en las ganancias que obtienen las comunidades indígenas, en contraste con las grandes firmas de moda, es abismal.

Un claro ejemplo es la tradicional “bolsa hamaca” de San Andrés Larrainzar, Chiapas, cuyo precio habitual es de 200 pesos y que de manera reciente empezó a venderse en la tienda española Oysho por 799 pesos. 

Casi siempre el principal argumento de las casas de moda acusadas de apropiación cultural, en defensa de sus colecciones, es que las prendas fueron inspiradas por la cultura en cuestión o que su intención era rendir un homenaje a las comunidades de origen. Pero si retomamos los elementos de apropiación cultural que propone Read, podemos identificar que en la mayoría de estos casos se cumplen los criterios de: sacar del contexto cultural originario las creaciones; la desigualdad social entre el grupo que se apropia y el grupo autor; y la nula participación de las comunidades en el proceso creativo de la colección.

Entonces, ¿qué pasa con la genuina inspiración que evoca la diversidad cultural?, ¿acaso está prohibido incorporar en el diseño de modas cualquier elemento ajeno a la cultura propia?

Afortunadamente, también existen casos en los que la creatividad se encuentra de forma respetuosa con la mezcla de culturas y nos da una pauta de cómo lograrlo sin caer en la apropiación cultural indebida.

Uno de ellos es el proyecto Prada Made In… en el cual la firma italiana Prada desarrolló colecciones que recuperaron técnicas y materiales de Perú, India, Escocia y Japón, dándoles el crédito correspondiente.

Todavía tenemos un largo camino por recorrer en cuanto a este debate, pero podemos empezar por asimilar que la creatividad colectiva de las comunidades, especialmente aquellas que por siglos han sido invisibilizadas, merece total respeto. Esto implica reconocer el patrimonio cultural de las comunidades y la importancia de hacerlas partícipes en la toma de decisiones sobre sus creaciones, entendiendo que su significado va más allá de un simple ornamento.

El cruce entre culturas es inevitable y a la vez enriquecedor, la clave está en no perder de vista el contexto histórico y comunicar los intereses desde la empatía y el respeto.

Aída Zozaya es colaboradora de TALLER y miembro de la comunidad estudiantil en el diplomado Diseño Textil y de Moda con Enfoque Sostenible.